jueves, septiembre 28, 2006

Apasionados




Siempre me ha llamado la atención la contradictoria relación entre la sensibilidad y la crueldad, entre la pasión y la maldad.

Ser sensible no significa ser buena persona. Una persona que vive día a día sus emociones no es necesariamente una persona de paz y amor.

Se cuenta que Hitler tenía una gran sensibilidad artística. Fue pintor de cuadros y arquitecto frustrado. Su gran pasión eran las grandes construcciones. No es casualidad que un importante miembro de su círculo más cercano era un arquitecto.

Otras relaciones en donde la pasión linda con el odio se encuentra en Europa. Una gran propaladora del totalitarismo en España tenía el apodo de "La Pasionaria".

La noción misma de izquierda está ligada a la sensibilidad por los más pobres y desfavorecidos de una sociedad, pero conocemos todos su otra cara. La que aplaude los regímenes totalitarios y los dictadores que encarcelan la población de su país en una isla hundida en la miseria.

Si entramos en el terreno literario nos encontramos con grandes prohombres del progresismo, poetas y afamados escritores que han suspirado por los regímenes más abyectos e inhumanos que han existido en la tierra.

Me encuentro ahora con una nota en La Nación que cuenta que Ernest Hemingway se divertía durante la Segunda Guerra mundial haciendo puntería con los prisioneros de guerra alemanes.

Será verdad o se trata de una historia que es fruto de la imaginación de un escritor genial.

Sin embargo no deja de llamarme la atención esta atracción fatal entre la sensibilidad artística y la crueldad hacia los semejantes.

1 comentario:

Louis Cyphre dijo...

Me gusta mucho Hemingway. Me encanta su prosa directa, sin adjetivación, me encantaría poder escribir como él. No sé si será cierto esto que se dice pero el muchacho sin duda tenía varios corsos de contramano, como dice mi vieja.